La pequeña percibió el extraño color del cielo al anochecer hace ya algunos años,
se fijó en el, y le miró con unos ojos impresionados, dignos de un gran acontecimiento.
El continuaba es su vida de continuo cambio y renovación de tonos
día a día.
Y ella con esa mirada constante, pendiente de cada movimiento
sujetando todos los colores con los ojos, por si acaso alguno perdía el control y caía...
Jamás se despistaban y a cada minuto proseguían su baile, como pequeños animalitos
emocionados en un juego de carreras.
Y sentada en el sitio más especial del mundo, ella los contemplaba
atónita, acompañada de esa música especial
y ese baile que absorbía sus pensamientos
y los coloreaba poquito a poquito hasta apagarse,
¡vaya sonrisa le ponía!
y el seguro que lo sabía...
al tanto de todo
y con mucha coordinación
hacía que el corazón de la pequeña se llenase poco a poco
hasta brotar, y golpear su gracioso pecho de una manera desorbitada.
Como todos los anocheceres, los colores cambian, las nubes se mueven
sonrientes y cada vez más oscuras.
Es lo que ocurre cuando el sol se va, no deja tiempo para perseguirlo.
Y la Pequeña continúa sentada hasta que el ciclo acaba
y su corazoncito, rebosante de pintura puede dejarla dormir tranquila.
Podría regalar botecitos con pintura para sonreír
de esa se que rellena viendo anochecer.
2 comentarios:
me encanta
sujetando todos los colores con los ojos, por si acaso alguno perdía el control y caía...
Tienes buena mano escribiendo, murciana ;)
Por cierto, me encanta meterme en tu blog y ver esas fotografias preciosas de Klimt.
Publicar un comentario