lunes, 14 de septiembre de 2009

.. Se acaba ..




El último baño del verano, era ayer, y no podía desaprovechar la situación.
Cuando el sol deja de existir en el valle, las cosas se vuelven bonitas de una manera extraña.

Mis descubrió el final del verano en septiembre
abrió mucho los ojos y tranquilamente decidió ponerle remedio a su pesar.
Había disfrutado mucho de los días de sol, sol y más sol, atardeceres en el agua
de la playa, lejos de su casa, en el norte de la península,
en el valle, en la piscina, el aire caliente, las noches insoportables, el agua entre los dedos de las manos, y los pies rozando la arena...
Lo había disfrutado más que nunca, un verano altamente bonito, pero se acababa, como todas las situaciones, y las otras estaciones del año, el momento del -adiós al recuerdo de ese mismo -adiós, en un encuentro en medio de la calle.

Así se acababa, rápido, las noches ya no volverían a ser calurosas.
Y este anochecer era nublado, y caían gotitas desde el cielo, sin evaporarse al instante,
llovía, y la piscina aún seguía ahí, rebosante de agua, debido al cierre por cambio de temperaturas.

Sola, con sus sandalias y su jersey, caminó hacia ella con la media sonrisilla que precede a un gran momento.



En el bordillo que cruzaba justo el centro de la piscina, hundió las piernas hasta casi llegar a la rodilla, y luego tiritó un poquito, hasta que la temperatura del agua le pareció ser más caliente que la del ambiente.
Truenos de fondo...
gotitas que caían justo en su nariz
y la sonrisa cada vez se volvía más intensa, con tanta fuerza que la felicidad se convirtió en un olor permanente en el centro del valle.
Cabeza hacía el cielo sonriente... y las nubes la abrazaban como nunca...

La lluvia comenzó a ser más fuerte, y la respiración lo llenaba todo, como una habitación de luz tenue, con ese amante que sabe como rozarle y hace que su pecho se llene de aire y suspire fuertemente.

Mis comenzó a desnudarse, se quitó el jersey despacio, la camiseta de tirantes, el sujetador, la falda, y los dobló apresuradamente sobre un banco seco para después...
Paladear suavemente el agua sobre su piel, dejándose caer lentamente desde el bordillo,
dejando que su cuerpo entrase poco a poco en el agua; Los dedos de los pies, las rodillas,
los muslos suaves, la cintura, el pecho, sus brazos.
Y se impulsó hacía dentro dejando que su pelo se cubriera de pequeñas gotitas de aire ahogado.

Y volvió a mirar al cielo,
subiendo su cuerpo a la superficie,
haciendo el muerto,
nadie hacía el muerto como la pequeña Mis.

Las gotitas golpeaban su cuerpo flotante, incontables gotitas de lluvia que sabían amar toda su piel como nadie podía hacer en este momento de su vida.

La temperatura era muy fría, en otra situación, ella habría tiritado hasta que le dolieran los músculos, pero estaba tan tranquila... tan llena...
Que cuando cubrió su cuerpo desnudo y mojado con la toalla se quedó aún debajo de la lluvia
y lloró... lloró mucho, lágrimas calientes y saladas, mientras su cuerpo reía y ella lloraba, consolada por los árboles, las nubes, el agua, y el final del verano... Que quizá solo estaba avisando.




Mis solía flotar desnuda.

cambio colores

La pequeña percibió el extraño color del cielo al anochecer hace ya algunos años,
se fijó en el, y le miró con unos ojos impresionados, dignos de un gran acontecimiento.
El continuaba es su vida de continuo cambio y renovación de tonos
día a día.
Y ella con esa mirada constante, pendiente de cada movimiento
sujetando todos los colores con los ojos, por si acaso alguno perdía el control y caía...

Jamás se despistaban y a cada minuto proseguían su baile, como pequeños animalitos
emocionados en un juego de carreras.

Y sentada en el sitio más especial del mundo, ella los contemplaba
atónita, acompañada de esa música especial
y ese baile que absorbía sus pensamientos
y los coloreaba poquito a poquito hasta apagarse,
¡vaya sonrisa le ponía!
y el seguro que lo sabía...
al tanto de todo
y con mucha coordinación
hacía que el corazón de la pequeña se llenase poco a poco
hasta brotar, y golpear su gracioso pecho de una manera desorbitada.


Como todos los anocheceres, los colores cambian, las nubes se mueven
sonrientes y cada vez más oscuras.
Es lo que ocurre cuando el sol se va, no deja tiempo para perseguirlo.

Y la Pequeña continúa sentada hasta que el ciclo acaba
y su corazoncito, rebosante de pintura puede dejarla dormir tranquila.

Podría regalar botecitos con pintura para sonreír
de esa se que rellena viendo anochecer.